Primero tenemos que definir si será una boda religiosa o civil, si será de día o de noche, si será tradicional o si la realizaremos en la playa o en el campo; si será íntima, con sólo la asistencia de familiares y amigos cercanos ...
Si algo crea problemas es el dinero... y una boda involucra mucho dinero. Por ello desde el principio debemos establecer las reglas claras sobre quién o quiénes pagarán qué cosas.
Si tenemos unos padres con suficiente dinero que quieren regalarnos la boda de nuestros sueños, entonces podemos pensar en comprar un mejor apartamento o un mejor auto o hacer un viaje de novios espectacular.
Es una opción muy favorable. Compartiendo los gastos es posible que nadie tenga que dejar en cero sus ahorros ni endeudarse con el uso excesivo de tarjetas de crédito o préstamos.
Si las dos familias tienen el mismo nivel adquisitivo todo resulta muy fácil. Podrán optar por calcular todos los gastos y dividirlos a la mitad. Hay quienes deciden que cada cual pague el costo de sus invitados y los gastos de sus respectivos hijos.
Eso simplemente evitará discusiones, cada cual paga lo que por tradición le corresponde a cada cual. Gastos que tradicionalmente paga la familia de la novia. Gastos que tradicionalmente paga la familia del novio.
Esto nos otorga más libertad para tomar todo tipo de decisiones. Podremos irnos todos a la playa y hacer una celebración bien informal o cualquier otra cosa que nos dé ilusión, aunque quizás escandalice a unos padres tradicionales.
A partir de este estimado de valores, comenzamos a realizar las cotizaciones pertinentes para establecer los precios finales de todo. Si los números estimados nos dejan sin aliento, entonces debemos comenzar a hacer los ajustes para reducir los gastos.
Lo primero que debemos hacer es establecer un orden de prioridades, decidiendo lo que es esencial para nosotros y determinando aquello de lo que podemos prescindir. A la hora de quitar y poner, debemos ponernos de acuerdo juntos en pareja ...
Es importante que tengamos en cuenta que no todas las personas que invitamos a nuestra boda asistirán a ella. Generalmente sólo entre el 85% al 90% de los invitados van a la recepción y sólo el 70% de ellos asiste a la ceremonia.